Su nombre significa ¿¡Quién como Dios!?
Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos.
Apocalipsis 12, 7-8
El Arcángel San Miguel aparece en el Antiguo Testamento como el gran defensor del pueblo de Dios y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento.
La cristiandad, desde la Iglesia primitiva, lo venera como quien derrotó a Satanás y sus seguidores. Es el ángel de la plegaria y de la adoración y el presentador de las almas de los difuntos a la luz del Paraíso. A la hora de la muerte, San Miguel está al lado del moribundo, defendiéndolo de la desesperación y de la falta de reconciliación con Dios.
San Miguel es nuestro protector y para cumplir esta misión es necesaria, además del poder, otra cualidad: la bondad. Su bondad es tan grande como su poder. Bajo sus órdenes, todos los ángeles trabajan por la protección de los seres humanos.
Por otro lado, San Miguel es nuestro modelo. Modelo de recogimiento y de unión con Dios. Modelo de inocencia y de pureza, no tiene sino pensamientos y deseos santos. Modelo de humildad, confiesa que Dios lo es todo y que toda persona debe quitar de sí el orgullo, la ambición y la vanidad. Es también modelo de celo, aspira sólo a llevarnos a amar a Dios y a Jesucristo, su hijo. San Miguel es modelo de dulzura.
Él procede en todas sus acciones con perfecta calma y nos muestra claramente que la modestia, la dulzura y la paciencia son las mejores armas para superar las enemistades. En San Miguel encontramos el modelo de todas las virtudes.
Se nos enseña en la tradición cristiana que San Miguel preside el culto de adoración que se rinde al Altísimo y ofrece a Dios las oraciones de los fieles simbolizadas por el incienso que se eleva ante el altar.
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