domingo, 10 de julio de 2011

Mujeres que corren con los lobos



El demonio es un bandido arquetípico que necesita, busca y aspira a la luz. Teóricamente, si alcanzara la luz —es decir, una vida con posibilidad de amor y creatividad—, el demonio dejaría de ser el demonio.
En este cuento el demonio está presente porque se siente atraído por la dulce luz de la joven. Su luz no es una luz cualquiera, sino la luz de un alma virgen atrapada en un estado de sonambulismo. Oh, qué bocado tan sabroso. Su luz resplandece con conmovedora belleza, pero ella ignora su valor. Semejante luz, que puede ser el fulgor de la vida creativa de una mujer, su alma salvaje, su belleza física, su inteligencia o su generosidad, siempre atrae al depredador. Esta luz que tampoco se da cuenta de nada y no está protegida, es siempre el objetivo.
Una vez trabajé con una mujer de la que todos se aprovechaban, su marido, los hijos, su madre, su padre o los desconocidos. Tenía cuarenta años y aún se encontraba en esta fase del trato/traición de su desarrollo interior. Por su dulzura, su cordial y cariñoso tono de voz, sus modales exquisitos, no sólo atraía a los que le quitaban una pavesa, sino a toda una ingente multitud que se reunía delante del fuego de su alma y le impedía recibir calor.
El trato desventajoso que había hecho consistía en no decir nunca que no para ganarse el afecto de los demás. El depredador de su psique le ofreció el oro de ser apreciada a cambio de perder el instinto que le decía: “Ya basta.” Comprendió plenamente el daño que ella misma se estaba haciendo cuando una vez soñó que se encontraba a gatas en medio de un inmenso gentío, tratando de alargar la mano entre un bosque de piernas para alcanzar una valiosa corona que alguien había arrojado a un rincón.
La capa instintiva de la psique le estaba diciendo que había perdido la soberanía sobre su vida y que, para recuperarla, tendría que hacer un enorme esfuerzo. Para recobrar su corona, aquella mujer tuvo que efectuar una nueva valoración de su tiempo, su capacidad de entrega y las atenciones que dedicaba a los demás.
El manzano florido del cuento simboliza un bello aspecto de las mujeres, la faceta de nuestra naturaleza que hunde sus raíces en el mundo de la Madre Salvaje, donde recibe el alimento desde abajo. El árbol es el símbolo arquetípico de la individuación; se considera inmortal, pues sus semillas siguen viviendo, su sistema de raíces ofrece cobijo y revitaliza y es la sede de toda una cadena alimentaria de vida.

Clarissa Pinkola Estés: Mujeres que corren con los lobos. Capítulo 14, La selva subterránea: La iniciación en la selva subterránea.

Facundo Cabral

lunes, 4 de julio de 2011

Rubaiyat


30. Si bien aprendí multitud de cosas, también olvidé muchas otras de buena gana. Tenía un lugar en mi cabeza para cada cosa: lo que estaba a la izquierda no podía hallarse a la derecha. Sólo alcancé la paz definitiva el día en que abandoné todo con desprecio y pude comprender, al fin, que no se puede afirmar ni negar nada.


Omar Khayyam: Rubaiyat