Las cosas son lo que son, ¿Cuál es el problema?
El Zen repudia toda clase de repetición o imitación, pues supone la muerte. Por la misma razón el Zen no se pierde en explicaciones o aclaraciones, únicamente afirma.
La vida es un hecho, no precisa aclaraciones ni confirmaciones. Aclarar supone justificar, y ¿por qué vamos a tener que justificar nosotros la vida? El hecho de vivir ¿no es suficiente? ¡Dejadnos, pues, vivir! ¡Dejadnos afirmar! En esto estriba el Zen en toda su pureza y en toda su desnudez.
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