viernes, 18 de junio de 2010

Una historia fantástica. El amor contado a los niños



















Leer el ebook: http://www.sexologiaenincisex.com/contenidos/cuento/


Ebook con un Cuento para niños basado en el relato de los "seres cortados" de Aristófanes que aparece en «El Banquete» de Platón. Es la historia fantástica de Eros y Sexus, el amor y el sexo. El cuento es bonito y los niños lo entienden a la primera.

Las «Notas» después del relato en realidad no son tales, son otro librito imprescindible, con reflexiones y explicaciones psicológicas y filosóficas para que los adultos entendamos lo que dice el cuento.


Incisex. E. Amezúa y N. Foucart
: Una historia fantástica. El amor contado a los niños.

jueves, 17 de junio de 2010

Dur an Ki: Cielo y Tierra

















Paralelamente a la creación arcaica en los arquetipos celestes de las ciudades y de los templos, encontramos otra serie de creencias más copiosamente atestiguadas aún por documentos, y que se refieren a la investidura del prestigio del "Centro". El simbolismo arquitectónico del Centro puede formularse así:
a) la Montaña Sagrada -donde se reúnen el Cielo y la Tierra- se halla en el centro del Mundo;
b) todo templo o palacio -y, por extensión, toda ciudad sagrada o residencia real- es una "montaña sagrada", debido a lo cual se transforma en Centro;
c) siendo un Axis mundi, la ciudad o el templo sagrado es considerado como punto de encuentro del Cielo con la Tierra y el Infierno.
Algunos ejemplos ilustrarán los símbolos precedentes:
A) En las creencias hindúes, el monte Meru se levanta en el centro del mundo, y debajo de él brilla la estrella polar. Los pueblos uraloaltaicos conocen también un monte central, Sumeru, en cuya cima está colgada la estrella polar. Según las creencias iranias, la montaña sagrada, Haraberezaiti (Elburz) se halla en medio de la Tierra y está unida al Cielo. Las poblaciones budistas de Laos, en el norte de (Tailandia), Siam, conocen el monte Zinnalo, en el centro del mundo. En el Edda, Himingbjörg es, como su nombre lo indica, una "montaña celeste", es ahí donde el arco iris (Bifröst) alcanza la cúpula de los cielos.
Análogas creencias se encuentran entre los finlandeses, los japoneses, etc. Recordemos que para los semang de la península de Malaca, en el centro del mundo se alza una enorme roca, Batu-Ribn; encima se halla el Infierno. Antaño, sobre Batu-Ribn, un tronco de árbol se elevaba hacia el cielo. El infierno, el centro de la tierra y la "puerta" del cielo se hallan, pues, sobre el mismo eje, y por ese eje se hacía el pasaje de una región cósmica a otra. Se vacilaría en creer en la autenticidad de esta teoría cosmológica entre los pigmeos semang si no hubiese razones para admitir que la misma teoría ya estaba esbozada en la época
prehistórica. En las creencias mesopotámicas, una montaña central reúne el Cielo y la Tierra; es la "Montaña de los Países", que une entre sí los territorios. El ziqqurat era propiamente hablando una montaña cósmica, es decir, una imagen simbólica del Cosmos; los siete pisos representaban los siete cielos planetarios (como en Borsippa) o los siete colores del mundo (como en Ur).
El monte Thabor, en Palestina, podría significar tahbür es decir,"ombligo", omphalos.32 El monte Ge-rizim, en el centro de Palestina,estaba sin duda alguna investido del prestigio del Centro, pues se lo llama "ombligo de la tierra" (tabbúr eres; cf. Jueces, IX, 37:"... Mira qué de gente desciende de en medio de la tierra"). Una tradición recogida por Peter Comestor dice que, en el momento del solsticio de verano, el sol no hace sombra a la "Fuente de Jacob" (cerca de Geri-zim). En efecto, precisa Comestor, sunt qui dicunt lo-cum illumesse umbilicum terrea nostrae habitabilis. La Palestina, por constituir el país más elevado -puesto que estaba cerca de la cima de la montaña cósmica-, no fue sumergida por el Diluvio. Un texto rabínico dice: "La tierra de Israel no fue anegada por el diluvio". Para los cristianos, el Gólgota se hallaba en el centro del mundo, pues era la cima de la montaña cósmica y a un mismo tiempo el lugar donde Adán fue creado
y enterrado. Y así, la sangre del Salvador cae encima del cráneo de Adán, inhumado al pie mismo de la Cruz, y lo rescata." La creencia según la cual el Gólgota se encuentra en el centro del Mundo se ha conservado hasta en el folclore de los cristianos de Oriente (por ejemplo entre los de Rusia Menor).
B) Los nombres de los templos y de las torres sagradas babilónicos son testimonio de su asimilación a la montaña cósmica: "Monte de la Casa", "Casa del Monte de todas las tierras", "Monte de las Tempestades", "Lazos entre el Cielo y la Tierra", etcétera. Un cilindro del tiempo del rey Gudea dice que "la cámara (del dios) que él (el Rey) construyó era igual al monte cósmico". Cada ciudad oriental se hallaba en el centro del mundo. Babilonia era una Bab-ilani, una "puerta de los dioses", pues ahí era donde los dioses bajaban a la tierra. En la capital del soberano chino perfecto, el gnomon no debe hacer sombra el día del solsticio de verano a mediodía. Dicha capital se halla, en efecto, en el
Centro del Universo, cerca del árbol milagroso "Palo enhiesto" (kien mu), donde se entrecruzan las tres zonas cósmicas: Cielo, Tierra e Infierno. El templo de Barabudur es también una imagen del Cosmos, y está construido como una montaña artificial (como lo eran los ziqqurat). Al escalarlo, el peregrino se acerca al Centro del Mundo y, en la azotea
superior, realiza una ruptura de nivel, trascendiendo el espacio profano, heterogéneo, y penetrando en una "región pura". Las ciudades y los lugares santos están asimilados a las cimas de las montañas cósmicas.
Por eso Jerusalén y Sión no fueron sumergidas por el Diluvio. Por otro lado, según la tradición islámica, el lugar más elevado de la tierra es la Kaaba, porque "la estrella polar testimonia que se halla frente al centro del Cielo".40C) En fin, como consecuencia de su situación en el centro del Cosmos, el templo o la ciudad sagrada son siempre el punto de
encuentro de las tres regiones cósmicas: Cielo, Tierra e Infierno. Dur-an-ki, "lazo entre el Cielo y la Tierra", era el nombre de los santuarios de Nippur, Larsa y sin duda Sippar. Babilonia tenía multitud de nombres, entre los cuales se cuentan: "Casa de la base del Cielo y de la Tierra", "Lazo entre el Cielo y la Tierra". Pero siempre era en Babilonia donde se cumplía el enlace entre la Tierra y las regiones inferiores, pues la ciudad había sido construida sobre bab-apso, la "Puerta de apsu";" apsu designa las aguas del Caos anterior a la Creación. Encontramos esa misma tradición entre los hebreos. La roca de Jerusalén penetraba profundamente en las aguas subterráneas (tehom). En la misma se dice que el Templo se encuentra justo encima de tehom (equivalente hebraico de apsu). Y así como Babilonia tenía la "puerta de apsu", la roca del Templo de Jerusalén cerraba la "boca de tehom".

Mircea Eliade: El mito del eterno retorno

El descenso y la copa



















(…) Antes nos gustaría reunir todas las imágenes que vienen a girar alrededor del simbolismo del pez, por un lado, gracias al estudio minucioso que hizo Griaule del papel de un pez Senegalés, el siluro Clarias senegalensis, en los mitos de la fecundidad y la procreación, y, por el otro, gracias al isomorfismo ictiológico puesto de manifiesto por Soustelle en la mitología del antiguo México.

El africanista observa que el pez, y generalmente el pez de especie pequeña, es asimilado a la semilla por excelencia, la de la digitaria. Entre los dogones, el siluro es considerado como un feto: «La matriz de la mujer es como una segunda charca en la que se pone el pez», y durante los últimos meses del embarazo el niño “nada” en el cuerpo de su madre. De aquí proviene un ritual de nutrición del feto por los peces consumidos por la madre. La fecundación también es producto del siluro que “se hace una bola” en el útero de la madre; la “pesca del siluro” es comparada con el acto sexual, donde el marido atrae con su sexo. Por lo tanto, el siluro será asociado a todo ritual de la fecundidad, tanto del nacimiento como del renacimiento funerario: el muerto es vestido con ropas (gorro, mordaza bucal) que simbolizan el pez original. (…) Entre los dogones las mujeres utilizaban antaño las clavículas” del siluro como escarpidores y las pinchaban en su pelo como peinetas; así, la mujer era asimilada en su totalidad a un pez: sus orejas adornadas serían los oídos y las perlas rojas que adornan las aletas de su nariz, los ojos; los anzuelos para atrapar al pez eran simbolizados por el anillo fijado al labio inferior de la mujer.

Entre los antiguos mexicanos, por su parte, Soustelle pone de manifiesto un muy notable isomorfismo polarizado en torno al símbolo del pez. El pez se encuentra en relación con el oeste, a la vez país de los muertos, “puerta del misterio”; pero también “Chalchimichuacán”, “el lugar de los peces de piedra preciosa”, o sea, país de la fecundidad en todas sus formas, “lado de la mujer” por excelencia, de la diosa madre. En Michuacán, en el país de los peces se encuentra Tamoanchán, el Jardín Interior irrigado donde reside Xochiquetzal, la Diosa de las Flores y el Amor.

Gilbert Durand: Las estructuras antropológicas del imaginario

miércoles, 16 de junio de 2010

Con los ojos cerrados...
















Con los ojos cerrados,
he abierto una ventana

la leche que ya humea en la cazuela
el vacío caliente que dejas en las sábanas
una mujer que cruza a tientas
y sin reconocerte te acaricia

ignoran
que marchan a tu lado

no saben
que existe una ventana
ni que vuelves
del camino a tu sueño

Esperanza Ortega: Mudanza. 1994

martes, 15 de junio de 2010

De los aduladores



















Un buen amigo mío, a quien tengo por hombre juicioso y no de escaso ingenio, suele repetir que cuando alguien empieza a halagar tu vanidad un punto más allá de lo que podría ser considerado razonable; cuando, súbitamente, parece adorarte; considera oportuno todo lo que haces; ingenioso todo lo que dices, y, en suma, no para mientes en ponderar las supuestas virtudes y excelencias que te adornan, no está de más que comiences por preguntarte qué quiere. Yo estoy de acuerdo. Creo que el interés es, no ya el más importante, sino probablemente también el único resorte de la adulación. (...)

En nuestra lengua se define la adulación como «el acto de halagar interesadamente». Lo mismo que hace muchos siglos ya había concluido Teofrasto: «Se podría definir la adulación –-leemos en los Caracteres– como un trato indigno, pero ventajoso para quien lo practica.»

Ahora bien, es importante advertir que la adulación no consiste en un solo vicio o maldad, sino que, por su propia naturaleza, únicamente puede conformarse mediante la colaboración de varios: fingimiento, mentira y deslealtad son algunos de los principales. Se puede, ciertamente, ser desleal sin adular, pero no cabe ser adulador sin incurrir en deslealtad, y otro tanto ocurre con el mentir o el fingir: en su ejercicio no necesitan de la adulación, pero la adulación no sólo los necesita, sino que no puede darse sin ellos. (...)

Acertadamente observaba Quevedo que: «Bien puede haber puñalada sin lisonja, mas pocas veces hay lisonja sin puñalada.» Y esto es así, seguramente, porque toda adulación descansa sobre cimientos de envidia y de resentimiento; envidia de lo que el otro posee, y resentimiento por tener que adular para obtener el favor que se desea. El adulador no sólo desprecia a quien adula, sino que se desprecia también a sí mismo por lo que hace («El adulador –decía La Bruyère– nunca piensa bien de sí mismo ni de los demás»). (...)

Catedrático conozco de esta venerable Universidad de Oviedo que tras acceder a tal dignidad académica (mediante el favor, por supuesto: difícilmente lo hubiera logrado de otro modo), no pudo contenerse, y aguijoneado por los efectos de una copiosa comida, regada más que generosamente, exclamó: « ¡Ahora ya no tengo que lamer el culo a nadie!» (Sí, es cierto: además de adulador es tonto)(...). A mi no me extraña que en el infierno de Dante los aduladores tengan su lugar propio en un pozo lleno de excrementos: para quien ha pasado la vida lamiendo culos, qué lugar mejor para pasar la eternidad que un montón de mierda. Con Bacon, me hallo firmemente persuadido de que la adulación es la bajeza más vergonzosa.

Obviamente, resulta prácticamente innecesario subrayar que la adulación es la antítesis de la amistad: en el adulador no hay cariño real ni admiración sincera hacia el adulado, sino más bien (como ya se ha apuntado) envidia y resentimiento. El adulador es un parásito que permanece unido a su víctima mientras ésta le suministra alimento, y cuando la fuente se agota, se apresura a saltar de improviso sobre las espaldas de otro desprevenido. No es, por ello, gran descubrimiento el de Séneca cuando afirma que: «Quien haya sido admitido por utilidad, placerá mientras sea útil (...) Quien comience a ser amigo por conveniencia, acabará de serlo también por conveniencia.» Algo en lo que también insiste Cicerón: «Si el provecho es la causa de la amistad, el provecho la destruirá.» En realidad, la amistad no puede propiamente destruirse, porque la verdad es que nunca existió. Sucede, simplemente, que acabada la utilidad, el adulador muestra su verdadero rostro, se descubre como lo que nunca dejó de ser: un completo miserable.(...)

Mas, ¿qué decir del adulado? Pues que si bien es cierto que nadie está libre de tropezarse con un adulador, ni tampoco de enmarañarse en las sutiles redes de su venenoso canto, no lo es menos que quienes más sensibles resultan al falso halago, siendo, por tanto, más proclives a encontrarse a merced del adulador, son aquellos de natural soberbio y vanidoso. Como dice Espinosa: «El soberbio ama la presencia de los parásitos o aduladores y odia, en cambio, la de los generosos.» Sin dejar de mostrarme de acuerdo, yo opino, sin embargo, que para el adulador es víctima más fácil quien peca de vanidad que de soberbia, porque, después de todo, al vanidoso los halagos recibidos jamás le parecerán exagerados, sino verdad justísima y acertada. Mark Twain lo expresaba irónicamente: «Uno no sabe nunca cómo responder a un cumplido –dice–. Yo los he recibido innumerables veces y siempre me hacen sentirme incómodo..., siempre me quedo con la impresión de que se han quedado cortos». Pero completamente en serio lo dice F. de la Rochefoucauld cuando escribe que: «La adulación es una falsa moneda que sólo circula gracias a nuestra vanidad.» Y mucho antes que él, Cicerón defendía la misma idea, asegurando que: «Aquel que presta más oído a las lisonjas es el mismo que es más dado a halagarse a sí mismo y que más se deleita en su persona.» No estoy, en cambio, tan seguro de que, como afirma Kant, al «orgullo (...) basta adularle para tener, gracias a esta pasión del necio, poder sobre él». Pero en cualquier caso, tenemos que serían tres los temperamentos en los que el adulador encontrará un terreno más favorable para sembrar su ponzoña, aunque yo no dudaría en conceder el primer lugar al vanidoso, frente al soberbio y aún más frente al orgulloso.(...)

Y si me viera forzado a elegir, antes preferiría tener enemigos que aduladores, porque la enemistad no es incompatible con cierta nobleza, pero en la adulación (y en la enemistad nacida frecuentemente de ella) sólo ruindad se encuentra.

Alfonso Fernández Tresguerres: De los aduladores

sábado, 12 de junio de 2010

De los poetas















Desde que conozco mejor el cuerpo - dijo Zaratustra a uno de sus discípulos -el espíritu no es ya para mí más que un modo de expresarse; y todo lo ‘imperecedero’ - es también sólo un símbolo.
Esto ya te lo he oído decir otra vez, respondió el discípulo; y entonces añadiste: ‘mas los poetas mienten demasiado’. ¿Por qué dijiste que los poetas mienten demasiado?
¿Por qué?, dijo Zaratustra. ¿Preguntas por qué? No soy yo de esos a quienes sea lícito preguntarles por su porqué.
¿Es que mi experiencia vital es de ayer? Hace ya mucho tiempo que he vivido las razones de mis opiniones.
¿No tendría yo que ser un tonel de memoria si quisiera tener conmigo también mis razones?
Ya me resulta demasiado incluso el retener mis opiniones; y más de un pájaro se escapa volando.
A veces encuentro también en mi palomar un animal que ha venido volando y que me es extraño, y que tiembla cuando pongo mi mano sobre él.
Sin embargo, ¿qué te dijo en otro tiempo Zaratustra? ¿Que los poetas mienten demasiado? - Más también Zaratustra es un poeta.
¿Crees, pues, que dijo entonces la verdad? ¿Por qué lo crees?
El discípulo respondió: «Yo creo en Zaratustra». Mas Zaratustra movió la cabeza y sonrió.
La fe no me hace bienaventurado, dijo, y mucho menos, la fe en mí.
Pero en el supuesto de que alguien dijera con toda seriedad que los poetas mienten demasiado: tiene razón, -nosotros mentimos demasiado.
Nosotros sabemos también demasiado poco y aprendemos mal: por ello tenemos que mentir.
¿Y quién de entre nosotros los poetas no ha adulterado su propio vino? Más de una venenosa mixtura ha sido fabricada en nuestras bodegas, y más de una cosa indescriptible se ha hecho en ellas.
Y como nosotros sabemos poco, nos gustan mucho los pobres de espíritu, ¡especialmente si son mujeres jóvenes!
Hasta codiciamos las cosas que las viejas se cuentan por las noches. A eso lo llamamos lo eterno-femenino que hay en nosotros.
Y como si hubiese un acceso secreto al saber, que queda obstruido para quienes aprenden algo: así nosotros creemos en el pueblo y en su «sabiduría».
Y todos los poetas creen esto: que quien, tendido en la hierba o en repechos solitarios, aguza los oídos, ése llega a saber algo de las cosas que se encuentran entre el cielo y la tierra.
Y si a ellos llegan delicados movimientos, los poetas opinan siempre que la naturaleza misma se ha enamorado de ellos:
Y que se desliza en sus oídos para decirles cosas secretas y enamoradas lisonjas: ¡de ello se glorían y se envanecen ante todos los mortales!
¡Ay, existen demasiadas cosas entre el cielo y la tierra con las cuales sólo los poetas se han permitido soñar!
Y, sobre todo, por encima del cielo: ¡pues todos los dioses son un símbolo de poetas, un amaño de poetas!
En verdad, siempre somos arrastrados hacía lo alto - es decir, hacia el reino de las nubes: sobre éstas plantamos nuestros multicolores peleles y los llamamos dioses y superhombres:
¡Pues son justamente bastante ligeros para tales sillas! -todos esos dioses y superhombres.
¡Ay, qué cansado estoy de todo lo inaccesible, que debe ser de todos modos acontecimiento! ¡Ay, qué cansado estoy de los poetas!

Cuando Zaratustra dijo esto su discípulo se enojó con él, pero calló. También Zaratustra calló; y sus ojos se habían vuelto hacia dentro, como si mirasen hacia remotas lejanías. Finalmente suspiró y tomó aliento.
Yo soy de hoy y de antes, dijo luego; pero hay algo dentro de mí que es de mañana y de pasado mañana y del futuro.
Me he cansado de los poetas, de los viejos y de los nuevos: superficiales me parecen todos, y mares poco profundos.
No han pensado con suficiente profundidad: por ello su sentimiento no se sumergió hasta llegar a las razones profundas.
Un poco de voluptuosidad y un poco de aburrimiento: eso ha sido la mejor incluso de su reflexiones.
Un soplo y un deslizarse de fantasmas me parecen a mí todos sus arpegios; ¡qué han sabido ellos hasta ahora del ardor de los sonidos!
No son tampoco para mí bastante limpios: todos ellos ensucian sus aguas para hacerlas parecer profundas.
Con gusto representan el papel de conciliadores: ¡mas para mí no pasan de ser mediadores y enredadores, y mitad de esto y mitad de aquello, y gente sucia!
Ay, yo lancé ciertamente mi red en sus mares y quise pescar buenos peces; pero siempre saqué la cabeza de un viejo dios.
El mar proporcionó así una piedra al hambriento. Y ellos mismos proceden sin duda del mar.
Es cierto que en ellos se encuentran perlas: pero tanto más se parecen ellos mismos a crustáceos duros. Y en lugar del alma he encontrado a menudo en ellos légamo salado.
También del mar han aprendido su vanidad: ¿no es el mar el pavo real de los pavos reales?
Incluso ante el más feo de todos los búfalos despliega él su cola, y jamás se cansa de su abanico de encaje hecho de plata y seda.
Ceñudo contempla esto el búfalo, pues su alma prefiere la arena, y más todavía la maleza, y más que ninguna otra cosa, la ciénaga.
¡Qué le importan a él la belleza y el mar y los adornos del pavo real! Ésta es la parábola que yo dedico a los poetas.
¡En verdad, su espíritu es el pavo real de los pavos reales y un mar de vanidad!
Espectadores quiere el espíritu del poeta: ¡aunque tengan que ser búfalos!
Mas yo me he cansado de ese espíritu: y veo venir el día en que también él se cansará de sí mismo.
Transformados he visto ya a los poetas, y con la mirada dirigida contra ellos mismos.
Penitentes del espíritu he visto venir: han surgido de los poetas.

Friedrich Nietzsche: Así hablo Zaratustra.

lunes, 31 de mayo de 2010

Sed



















Este océano de sufrimiento, este sentido de presencia es el dolor mismo. Inútil querer sanar de él y seguir estando presente. Mientras haya sentido de presencia su conocimiento se expandirá instantáneamente en este océano de dolor. ¿Qué trata de nombrar la palabra amor? Se siente como una vacuidad activa hacia su plenitud. ¿Por qué no llamarlo dolor de ausencia, anhelo doliente por esa ausencia? ¿Ausencia de qué?
Si este conocimiento fuera como sumar dos y dos son cuatro el conocimiento mismo sería la solución. Pero esta sed de ser ninguna suma de conocimiento puede aplacarla. ¿Qué busca esta sed de ser, este amor oceánico que cubre completamente el confín de cuanto conozco? Busca ser saciado, busca ser aplacado. Es como beber agua cuando hay sed. Mientras queda algo de sed hay placer en beber agua. Cuando la sed está completamente saciada, ¿quién se acuerda del agua? Este amor de ser, esta sed oceánica ¿de qué es amor? ¿de qué es sed? ¿el recuerdo de qué mueve su actividad doliente? Su saciación ¿qué es?
No hay afinidad alguna entre esta sed y el conocimiento. Ninguna suma de conocimiento saciará jamás esta sed. Esta sed se siente, se sufre, es total, ilimitada. Saber que yo no soy esta sed no me alivia mucho. Primero es esta sed. Yo no he querido amar nunca, yo no he querido sentir esta sed jamás.
No es posible comprender si uno busca ser saciado, la búsqueda de saciación nunca tendrá fin. El agua que una vez bebida jamás volverá a haber sed no es un conocimiento. Yo soy donde el conocimiento jamás ha tenido acceso, donde el amor de ser no ha sido nunca, donde la sed de ser jamás se ha hecho sentir. Saber esto no es un saber. Es una convicción que brota de la misma fuente que la sed, del mismo corazón que el amor de ser. Siguiendo el rastro de la sed hay que llegar a esa fuente y allí mismo cortar su flujo de avidez, secarla en la cuna, comprenderse a sí mismo totalmente ilimitado en ese punto límite del límite. Todo conocimiento tiene límites y jamás puede rebasar sus límites. En su límite el conocimiento de este amor de ser abandona completamente toda búsqueda activa de ser saciado, es comprendido completamente sin rastro alguno de incomprensión. Esta comprensión pura sabe que ella no era. «Sólo yo quedo», esta incognoscible verdad reina entonces supremamente absoluta.
He comprendido que en su aparición misma esta reflexividad por cuya presencia yo sé que yo soy tiene un doble efecto. Hasta ahora, fascinado por su fuerza imperiosa, esta sed oceánica, esta vacuidad activa que busca su plenitud, este amor de ser, este amor de saborearse siendo, había ocultado a mi comprensión otro aspecto de sí mismo igualmente imperioso pero mucho menos agradable de reconocer. He comprendido que el amor de ser tiene otra manifestación que la sed de ser, otra manifestación igualmente poderosa pero mucho más dolorosa, mucho más corrosiva. He comprendido que hay también una «detestación de ser», una «repugnancia de ser» cuya afluencia brota igualmente oceánica de la misma fuente que el amor de ser.
Es como comprender que uno ha sido mentido, que uno ha sido engañado. Había una inocencia absoluta, una ignorancia inocente de lo que esta consciencia era. Ella vino sin exponer su plan. Sin saber porqué ni cómo esta sed de ser comenzó a tener lugar. Era tan exigente en su demanda de saciedad, su poder de sugestión era tan vasto. Esta sed de ser, esta sed de saborearse siendo, ejercía una tiranía tan omnipresente, tan omniabarcante, que todo el día no bastaba para encontrarle alimento. Un profundo resentimiento iba extendiéndose por los subterráneos de la consciencia, una profunda repugnancia por la totalidad del juego iba cobrando amplitud. Había una detestación dolorosa, impotente. Toda aquella inocencia iba siendo comida por un dolor sordo cuya explosividad rompía a veces en un estallido de cólera destructiva que habría abrasado el universo entero. Había detestación de estar presente. Había repugnancia de ser.
Había habido una mentira, un engaño. Esta mentira jamás había sido creída. Su detestación, su repudiación brotaba de la misma fuente que la mentira misma. Había una resistencia sutilísima a creer. Nunca pude creer en otra cosa que lo que yo experimentaba. Todo aquel sufrimiento de verme recortado, cercenado, mutilado. Tenía que tragarme mi propia avidez de tragar. Mi propia forma, esta forma física y mental que reclamaba tiránicamente la plenitud poco a poco se iba convirtiendo en una caja de martirio. Nada estaba jamás a mano cuando lo necesitaba y mucho menos la comprensión de mí mismo. El sustrato de la detestación crecía y crecía. Yo no encontraba a quien tender mi abrazo, ¿dónde estaba el ser objeto de este amor de ser? ¿Dónde estaba esa plenitud de obnubilación total que mi totalidad ansiaba? Aunque yo no quería, yo era forzado a ser consciente. Yo no quería pero tenía que cargar con este ansia de ser, con esta avidez de ser. Una sutil repugnancia, una desazonante detestación estaba igualmente presente. Era la manifestación sensible, físicamente sensible, dolorosamente sensible de que no se había producido la aceptación del nacimiento. Esta dolorosa llaga que la venida de la consciencia había suscitado no estaba siendo aceptada. Había una resistencia absoluta a creer en ella, había una repugnancia absoluta a creer nada de lo que provenía de ella.
Ahora sé que esta detestación es universal. Todo lo que alienta detesta tener que alentar, detesta tener que gozar, detesta tener que presenciar un mundo que en lo más íntimo sabe que no ha tenido ninguna posibilidad de no presenciar ¿Por qué tengo que cargar yo esta espantosa ansiedad de ser, esta dolorosa búsqueda de alivio? ¿No está justificada esta detestación insondable, plenamente perceptible en cada boqueada de ansia, en cada suspiro de deseo de ser? La miseria que revela esta vía dolorosa, su reverso, ¿no es esta repugnancia omnipresente, no es este resentimiento de redención imposible?
No es posible redimir este resentimiento de ser, su redención no está en la consciencia. Es la aparición de la consciencia lo que provoca su aparición.

El Libro De Las Contemplaciones.

viernes, 21 de mayo de 2010

¡Sapere aude!



















La ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. Él mismo es culpable de ella. La minoría de edad estriba en la incapacidad de servirse del propio entendimiento, sin la dirección de otro. Uno mismo es culpable de esta minoría de edad cuando la causa de ella no yace en un defecto del entendimiento, sino en la falta de decisión y ánimo para servirse con independencia de él, sin la conducción de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento! He aquí la divisa de la ilustración.
La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena (naturaliter maiorennes), permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! Si tengo un libro que piensa por mí, un pastor que reemplaza mi conciencia moral, un médico que juzga acerca de mi dieta, y así sucesivamente, no necesitaré del propio esfuerzo. Con sólo poder pagar, no tengo necesidad de pensar: otro tomará mi puesto en tan fastidiosa tarea.

Immanuel Kant: ¿Qué es Ilustración?

martes, 18 de mayo de 2010

Éramos los elegidos del sol



















Éramos los elegidos del sol

Y no nos dimos cuenta

Fuimos los elegidos de la más alta estrella

Y no supimos responder a su regalo

Angustia de impotencia

El agua nos amaba

La tierra nos amaba

Las selvas eran nuestras

El éxtasis era nuestro espacio propio

Tu mirada era el universo frente a frente

Tu belleza era el sonido del amanecer

La primavera amada por los árboles

Ahora somos una tristeza contagiosa

Una muerte antes de tiempo

El alma que no sabe en qué sitio se encuentra

El invierno en los huesos sin un relámpago

Y todo esto porque tú no supiste lo que es la eternidad

Ni comprendiste el alma de mi alma en su barco de tinieblas

En su trono de águila herida de infinito


Vicente Huidobro: Éramos los elegidos del sol. Últimos poemas.

jueves, 6 de mayo de 2010

Sublime experiencia de unidad



















La fragancia se transformó en nariz, la melodía dio lugar a los oídos y el espejo se convirtió en ojos para contemplarse;
La suave brisa se hizo fina piel, la cabeza se tornó flores de nardo de fascinante aroma;
La lengua se convirtió en dulce zumo, el loto se abrió para ser el sol, y el ave Chakor se transformó en la luna;
Las flores tomaron forma de abeja, las muchachas se tornaron muchachos y los somnolientos adoptaron la forma de camas en las que yacer;
La vista se convirtió en objetos maravillosos cual lingote de oro que se transforma en joya para disfrutar de la belleza;
Los capullos de mango se tornaron cuclillos, el cuerpo adoptó la forma de brisas malayas y los sabores se convirtieron en lenguas.
Así es como el absoluto adopta las formas de gozante y objeto de gozo, de veedor y objeto de visión, sin que se altere la homogeneidad de su unidad.

Gñaneshvari: El Amritanubhava (sublime experiencia de unidad)

miércoles, 5 de mayo de 2010

¿Yo?



















El yo o persona no consiste en ninguna impresión aislada, sino en todo aquello a lo que hacen referencia nuestras distintas impresiones e ideas. Si alguna de nuestras impresiones nos da la idea del yo, dicha impresión ha de permanecer invariable, a través de toda nuestra vida, ya que de esta forma es como se supone que existe el ser propio. Pero no existen impresiones constantes e invariables... Y, en consecuencia, no existe tal idea.
Por mi parte, cuando penetro en la más profunda intimidad de lo que llamo mi yo, tropiezo siempre con alguna percepción particular, de calor o frío, luz o sombra, amor u odio, dolor o placer. Nunca puedo aprehender a mi yo sin una percepción, y nunca puedo observar nada que no sea una percepción... si alguien, después de una reflexión seria y sin prejuicios, piensa que puede tener una noción diferente de sí mismo, he de confesar que no puedo seguir discutiéndolo con él. Todo lo que puedo decir es que espero que tenga tanta razón como yo, y que entonces somos esencialmente diferentes en ese respecto. Puede que él sea capaz de percibir algo simple y continuo que llama su yo, aun cuando yo estoy seguro de que no existe tal principio en mí.

David Hume: Tratado de la naturaleza humana

martes, 6 de abril de 2010

Cargando con el pasado

La película «La misión» tiene muchos momentos inolvidables. Uno de ellos es el ascenso de Robert de Niro por la selva y por las cataratas de Iguazú arrastrando un pesado fardo que contiene sus armas y su armadura...



Y por supuesto, la música de Ennio Morricone.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Materialismo espiritual



















El budismo tibetano utiliza una metáfora muy interesante para describir las funciones del ego; se refiere a ellas como «los Tres Señores del Materialismo»: «el Señor de la Forma», «el Señor de la Palabra», y «el Señor del Pensamiento». En nuestra consideración de los Tres Señores que ofrecemos a continuación, los términos «materialismo» y «neurótico» definen la actividad del ego.

El Señor de la Forma es la búsqueda neurótica de comodidad, seguridad y placer físicos. Nuestra sociedad altamente organizada y tecnológica refleja nuestra preocupación por manipular el ambiente físico a fin de protegernos de las irritaciones de los aspectos crudos, ásperos e impredecibles de la vida. El ascensor, la carne troceada, envuelta en celofán, el acondicionador de aire, el inodoro, el entierro privado, la jubilación asegurada, la iluminación fluorescente, el horario de nueve a cinco, la televisión, son todos ejemplos de nuestro intento de crear un mundo manejable, seguro, predecible, placentero.

El Señor de la Forma no representa las condiciones de vida segura y de riqueza física en sí mismas. Se refiere más bien a las preocupaciones neuróticas que nos impulsan a crear esas condiciones, a tratar de controlar la naturaleza. Es la ambición que tiene el ego de afianzarse y entretenerse a sí mismo en su intento de evadir toda irritación. Así, nos aferramos a nuestros placeres y posesiones, tememos el cambio o forzamos el cambio, intentamos construir un nido o un jardín de recreo.

El Señor de la Palabra se refiere al uso del intelecto para relacionarse con el mundo. Adoptamos una serie de categorías que nos sirven de asideros para manejar el mundo. El producto más complejo de esta tendencia son las ideologías, los sistemas de ideas con los cuales racionalizamos, justificamos y santificamos nuestras vidas. El nacionalismo, el comunismo, el budismo, todos nos proveen de una identidad, normas de conducta y explicaciones del cómo y por qué de lo que sucede.

Pero, otra vez como antes, el intelecto como tal no es el Señor de la Palabra. El Señor de la Palabra representa la tendencia del ego a interpretar todo lo que lo amenaza o irrita, de tal manera que el ataque parezca neutralizado o transformado en algo “positivo” desde el punto de vista del ego. El Señor de la Palabra se refiere al uso de los conceptos como filtros para protegernos de la percepción directa de lo que es. Tomamos los conceptos con demasiada seriedad, los usamos como instrumentos para consolidar nuestro mundo y nuestro yo. Si existe un mundo de cosas nombrables, entonces «Yo» existo como una de esas cosas nombrables. No queremos dar lugar a ninguna duda amenazadora, incertidumbre o confusión.

El Señor del Pensamiento al esfuerzo que hace la conciencia por mantenerse consciente de sí misma. El Señor del Pensamiento reina cuando hacemos uso de las disciplinas espirituales o psicológicas como un medio de mantener nuestra autoconciencia, de aferrarnos a nuestro sentido del yo. Las drogas, el yoga, la oración, la meditación, los trances, las varias clases de psicoterapias, todas pueden utilizarse de esta manera.

El ego puede apropiarse ilícitamente de cualquier cosa para uso propio, incluso de la espiritualidad. Por ejemplo, si uno se entera de alguna técnica contemplativa que sea beneficiosa como práctica espiritual, entonces el ego comienza por considerarla meramente como un objeto fascinante, y luego como objeto de estudio.

Finalmente sólo podrá imitarla, porque el ego es como si fuera algo sólido que no puede absorber nada. Así, el ego trata de estudiar y remedar las prácticas de la meditación y de la vida contemplativa. Cuando conseguimos aprender todos los trucos y las respuestas del juego espiritual, buscamos producir automáticamente una mímica de la espiritualidad; porque el compromiso verdadero, la verdadera espiritualidad, nos exigiría la eliminación del ego y, en realidad, lo último que quisiéramos es renunciar al ego.....

También obtiene cierto sentido de triunfo, de gran hazaña, cierta excitación ante el hecho de haber recreado dentro de sí mismo el patrón de la experiencia que imita; por fin ha producido un logro tangible, que le confirma su propia individualidad.

Una vez que reforzamos exitosamente nuestra autoconciencia mediante técnicas espirituales, creamos nuevos impedimentos al crecimiento espiritual genuino.

Chogyam Trungpa: Más allá del materialismo espiritual

sábado, 20 de marzo de 2010

El otro hijo


















Sin duda, la parábola más cautivadora de Jesús es la del «Padre bueno», mal llamada «parábola del hijo pródigo». Precisamente este «hijo menor» ha atraído siempre la atención de comentaristas y predicadores. Su vuelta al hogar y la acogida increíble del padre han conmovido a todas las generaciones cristianas.
Sin embargo, la parábola habla también del «hijo mayor», un hombre que permanece junto a su padre, sin imitar la vida desordenada de su hermano, lejos del hogar. Cuando le informan de la fiesta organizada por su padre para acoger al hijo perdido, queda desconcertado. El retorno del hermano no le produce alegría, como a su padre, sino rabia: «se indignó y se negaba a entrar» en la fiesta. Nunca se había marchado de casa, pero ahora se siente como un extraño entre los suyos.
El padre sale a invitarlo con el mismo cariño con que ha acogido a su hermano. No le grita ni le da órdenes. Con amor humilde «trata de persuadirlo» para que entre en la fiesta de la acogida. Es entonces cuando su hijo explota dejando al descubierto su resentimiento. Ha pasado toda su vida cumpliendo órdenes del padre, pero no ha aprendido a amar como ama él. Ahora sólo sabe exigir sus derechos y denigrar a su hermano.
Esta es la tragedia del hijo mayor. Nunca se ha marchado de casa, pero su corazón ha estado siempre lejos. Sabe cumplir mandamientos pero no sabe amar. No entiende el amor de su padre a aquel hijo perdido. Él no acoge ni perdona, no quiere saber nada con su hermano. Jesús termina su parábola sin satisfacer nuestra curiosidad: ¿entró en la fiesta o se quedó fuera?
Envueltos en la crisis religiosa de la sociedad moderna, nos hemos habituado a hablar de creyentes e increyentes, de practicantes y de alejados, de matrimonios bendecidos por la Iglesia y de parejas en situación irregular... Mientras nosotros seguimos clasificando a sus hijos, Dios nos sigue esperando a todos, pues no es propiedad de los buenos y de los practicantes. Es Padre de todos.
El «hijo mayor» es una interpelación para quienes creemos vivir junto a él. ¿Qué estamos haciendo quienes no hemos abandonado la Iglesia? ¿Asegurar nuestra supervivencia religiosa observando lo mejor posible lo prescrito, o ser testigos del amor grande de Dios a todos sus hijos e hijas? ¿Estamos construyendo comunidades abiertas que saben comprender, acoger y acompañar a quienes buscan a Dios entre dudas e interrogantes? ¿Levantamos barreras o tendemos puentes? ¿Les ofrecemos amistad o los miramos con recelo?

José Antonio Pagola

lunes, 1 de marzo de 2010

Aún peor



















Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala es el silencio de la gente buena.

Gandhi

jueves, 25 de febrero de 2010

Amor














«¿Y bien, deseas saber lo que nuestro Señor ha querido decir con esto? Sábelo bien, amor era su significado. ¿Quién te lo revela? Amor. ¿Qué te reveló? Amor. ¿Por qué te lo reveló? Por amor. Permanece en ello, y conocerás más y más el amor. Pero nunca lo conocerás diferente, jamás».

Así me fue enseñado que el amor es el propósito último de nuestro Señor. Y vi con plena certeza, en esto y en todo, que Dios, antes de crearnos, ya nos amaba. Su amor nunca disminuyó y nunca disminuirá. En este amor ha hecho todas sus obras, en este amor ha hecho todas las cosas provechosas para nosotros, y en este amor nuestra vida es eterna. En nuestra creación tuvimos un principio, pero el amor en el que nos creó estaba en él desde toda la eternidad. En este amor está nuestro principio. Y veremos todo esto en Dios ya para siempre. Demos gracias a Dios.

Juliana de Norwich: Libro de visiones y revelaciones.
Cap. 86 (Fragmento)

martes, 23 de febrero de 2010

Totus Christus















Totus Christus caput et corpus est: caput Unigenitus Dei Filius, et corpus eius Ecclesia.

El Cristo completo está formado por la cabeza y el cuerpo: el Hijo Unigénito de Dios es la cabeza, la Iglesia es su cuerpo.

San Agustín

domingo, 14 de febrero de 2010

Caín, Abel, Tini Areces y Pepe el Ferreiro

Los nómadas siempre han sido perseguidos por los sedentarios. El relato bíblico de Caín y Abel recoge este fenómeno repetitivo en la historia de la humanidad: El agricultor sedentario Caín mata, por envidia, al pastor nómada Abel.

Los primeros que van a adorar al niño Dios también son pastores y todos sabemos que en el Evangelio nada aparece por casualidad. Jesús, el hijo del hombre, siempre andaba de un sitio a otro y no tenía dónde apoyar la cabeza.

En Asturias, sin ir más lejos, tenemos un reflejo de este drama universal en los vaqueiros de alzada; y en cualquier parte del planeta que nos fijemos encontraremos este fenómeno de destrucción y envidia, de marginación, exclusión y explotación. La libertad de los nómadas se les atraganta a la esclavitud sumisa de los sedentarios.

Lamentablemente en este régimen de democracia descafeinada en la que vivimos tenemos muchos ejemplos de víctimas del cainismo. Yo voy a poner uno cercano: Pepe el Ferreiro.

José Naveiras Escanlar, Pepe el Ferreiro, es un hombre libre. Por eso han ido a por él. Porque los mediocres apesebrados, cadena ad infinitum de instalados en sus poltronas, no soportan que existan los pastos libres ni los que libremente los recorren.

miércoles, 10 de febrero de 2010

La inevitabilidad del fracaso



















El roble ha caído sobre la bellota…
Dylan Thomas

Nada dura. Todo cuanto vive, muere. La figura de la muerte acecha a cada momento desde el principio. Dylan Thomas no tiene una visión trágica de la vida, sino una visión extensa y profunda de la misma naturaleza de las cosas. Ve a «los chicos del estío (ya) en su ruina».

El morir empieza en el momento del nacer. La vida es un viaje. La travesía puede ser diferente para cada ser humano, pero el destino es el mismo. Seas quien seas, «como una tumba en movimiento, el tiempo te atrapa». Los cumpleaños son hitos como cuando Dylan describe «mi trigésimo año al paraíso».

No se trata de un complot contra el ser humano. Las cosas son así. Sin muerte, no hay vida. Sin destrucción, no hay creación. Sin decaimiento, no hay crecimiento. Toda fuerza que otorga algo es la misma que lo quita. «La fuerza que a través de la mecha verde conduce a la flor… es mi destructora.»

Haga lo que haga el ser humano para distraerse, para tratar de olvidarse que debe morir, para apartarse aparentemente del contexto biológico, el proceso sigue adelante: «Un proceso en el tiempo del corazón / humedece lo seco…». Puede entregarse a la celebración de una vida lujuriosa. Puede ser que «el roce del amor le haga cosquillas» y sin embargo, no es libre: «¿Y qué es ese roce? ¿La pluma de la muerte sobre el nervio?».

¿Qué podemos hacer?. En primer lugar, no sólo debemos ser conscientes de la inevitabilidad de la muerte, sino de la del decaimiento. Hay cambios en marcha que no podemos alterar ya que formamos parte de ellos. Dylan nos lo dice en términos vulgarmente escatológicos: «Olí los gusanos en mis heces». No desvía la mirada. No se engaña. No vivirá la visión fraudulenta de no ver lo que no se quiere ver. En cambio, se sentará y mirará «el gusano bajo mi uña yéndose por el atajo».

Pero no nos equivoquemos. Éste no es un ser humano sin esperanza. Más bien se trata de decir que no hay esperanza si los ojos no se abren al espanto. El ser humano puede vivir si sabe que va a morir. El espíritu humano sólo tiene sentido si conoce las cadenas de las que se libera. Únicamente con la condición de saber que sólo vivimos un momento, que somos indefensos, temerosos, únicamente con este conocimiento podemos encontrar algo más. Sólo si renunciamos a la certidumbre, podemos saber. Sólo si dejamos el control, podemos determinar a dónde vamos. Camus nos dice que es necesario «aprender a vivir y a morir, y a fin de ser un hombre, hay que negarse a ser un dios»

Sheldon B. Kopp: Guru

viernes, 5 de febrero de 2010

Tara



















El significado general del nombre Tara procede de la raíz tra que quiere decir liberar, rescatar. Podría traducirse como la liberadora o la que rescata, puesto que Tara rescata a los seres que han caído en las aguas turbulentas del samsara.

El aspecto externo de Tara hace referencia a una deidad femenina capaz de liberar a todos los seres de sus pesares. Todos los budas han llegado a la iluminación gracias a su acumulación de mérito y purificación. Sin embargo en Tara se ha dado un hecho excepcional. Hace cientos de años, ella vivía como la princesa Yeshe Dawa que significa Luna de Sabiduría. En una ocasión un monje se acercó y le dijo: “Has acumulado mucho mérito venerando al Buda y ayudando a muchos seres conscientes, deberías dedicarlo para obtener un cuerpo masculino en tu próxima vida y, practicando las Perfecciones, llegar a la iluminación”. Ella le respondió: “De ninguna manera, mi mayor deseo es practicar estas Perfecciones y llegar a la iluminación bajo forma femenina”. Yeshe Dawa no habló así porque estuviera apegada a su condición de mujer, sino porque quería demostrar que las enseñanzas servían para todos. Y añadió: “La clasificación hombre - mujer carece de esencia y confunde al mundo maligno”.

Cuando generó el deseo de obtener la iluminación siempre estaba implicada en ayudar a los demás.

En la forma tradicional su color es el verde, su aspecto es juvenil y de belleza incomparable. Puesto que siempre ayuda, está conectada con la compasión de todos los Budas y por esta razón aparece como consorte del Buda Chenrezig (Buda de la compasión). Una leyenda relata cómo éste, conmovido por el sufrimiento de los seres, lloró y sus lágrimas se convirtieron en Tara.

Tara representa la actividad física, verbal y mental del Buda, es decir, la energía que libera a los seres conscientes. Ella es la acción llevada a cabo por los budas. El color verde simboliza esta actividad infinita.

La compasión y la actividad van siempre juntas, por eso Tara es inseparable de Chenrezig.

Extractado y resumido de: Gonsar Rimpoché: La energía femenina del Tantra. Madre Tara.

martes, 2 de febrero de 2010

Con usura



















Con usura no tiene el hombre casa de buena piedra, con bien cortados bloques y dispuestos de modo que el diseño lo cobije.

Con usura no hay paraíso pintado para el hombre en los muros de su iglesia

Harpes et lutz (arpas y laúdes) o lugar donde la virgen reciba el mensaje y su halo se proyecte por la grieta,

Con usura no se ve el hombre Gonzaga, ni a su gente ni a sus concubinas.

No se pinta un cuadro para que perdure ni para tenerlo en casa sino para venderlo y pronto con usura,

Pecado contra la naturaleza, es tu pan para siempre harapiento, seco como papel, sin trigo de montaña, sin la fuerte harina.

Con usura se hincha la línea, con usura nada está en su sitio (no hay límites precisos) y nadie encuentra un lugar para su casa.

El picapedrero es apartado de la piedra, el tejedor es apartado del telar.

Con usura no llega lana al mercado, no vale nada la oveja con usura.

Usura es un parásito, mella la aguja en manos de la doncella y paraliza el talento del que hila.

Pietro Lombardo no vino por usura,

Duccio no vino por usura ni Pier della Francesca;

No por usura Zuan Bellini ni se pintó "La Calunnia”

No vino por usura Angélico; no vino Ambrogio Praedis, no hubo iglesia de piedra con la firma: Adamo me fecit.

No por usura St. Trophime, no por usura St. Hilaire.

Usura oxida el cincel, oxida la obra y al artesano, corroe el hilo en el telar,

Nadie hubiese aprendido a poner oro en su diseño;

Y el azur tiene una llaga con usura; se queda sin bordar la tela.

No encuentra el esmeralda un Memling

Usura mata al niño en el útero

No deja que el joven corteje

Ha llevado la sequedad hasta la cama, y yace entre la joven novia y su marido

Contra naturam

Ellos trajeron putas a Eleusis

Sientan cadáveres a su banquete por mandato de usura.

Ezra Pound

viernes, 22 de enero de 2010

Carta Encíclica Deus caritas est, del Sumo Pontífice Benedicto XVI















La actividad caritativa cristiana ha de ser independiente de partidos e ideologías. No es un medio para transformar el mundo de manera ideológica y no está al servicio de estrategias mundanas, sino que es la actualización aquí y ahora del amor que el hombre siempre necesita.

Los tiempos modernos, sobre todo desde el siglo XIX, están dominados por una filosofía del progreso con diversas variantes, cuya forma más radical es el marxismo. Una parte de la estrategia marxista es la teoría del empobrecimiento: quien en una situación de poder injusto ayuda al hombre con iniciativas de caridad —afirma— se pone de hecho al servicio de ese sistema injusto, haciéndolo aparecer soportable, al menos hasta cierto punto. Se frena así el potencial revolucionario y, por tanto, se paraliza la insurrección hacia un mundo mejor. De aquí el rechazo y el ataque a la caridad como un sistema conservador del statu quo.

En realidad, ésta es una filosofía inhumana. El hombre que vive en el presente es sacrificado al Moloc del futuro, un futuro cuya efectiva realización resulta por lo menos dudosa. La verdad es que no se puede promover la humanización del mundo renunciando, por el momento, a comportarse de manera humana. A un mundo mejor se contribuye solamente haciendo el bien ahora y en primera persona, con pasión y donde sea posible, independientemente de estrategias y programas de partido.

El programa del cristiano —el programa del buen Samaritano, el programa de Jesús— es un «corazón que ve». Este corazón ve dónde se necesita amor y actúa en consecuencia. Obviamente, cuando la actividad caritativa es asumida por la Iglesia como iniciativa comunitaria, a la espontaneidad del individuo debe añadirse también la programación, la previsión, la colaboración con otras instituciones similares.

Carta Encíclica Deus caritas est, del Sumo Pontífice Benedicto XVI a todos los fieles sobre el amor cristiano.

sábado, 2 de enero de 2010

Youssou N'dour



Uno de los buenos momentos de 2009: Bailar en la plaza de la catedral de Oviedo en las fiestas de San Mateo con el gran Youssou N'dour.

Gracias, Urania, va por ti, para que tú la bailes.