viernes, 5 de diciembre de 2008

Libro del profeta Ezequiel














Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; os arrancaré el corazón de piedra y os daré un corazón de carne. Infundiré mi Espíritu en vosotros y haré que viváis según mis mandamientos, observando y guardando mis leyes. (Ez.36, 26-27)

8 comentarios:

José Solís dijo...

Dicen que, a veces, para ablandar el corazón muy endurecido lo más eficaz es macerarlo en lágrimas.

No parece muy apetecible el método, pero si bastante asequible.

Lo que hay que aclarar es que lágrimas no implica tristeza...
sino un cierto don.

Anónimo dijo...

Una de las acepciones de "don":
Bien natural o sobrenatural que tiene el cristiano, respecto a Dios, de quien lo recibe.

Anónimo dijo...

¿"asequible"?.tú crees

José Solís dijo...

Por asequible me refiero al alcance propio.
Primero habría que descartar problemas fisiológicos con la prueba de la cebolla.
Segundo habría que evaluar las autodefensas antilágrimas: recordar detalladamente las últimas veces que se ha llorado; motivos y circunstancias.
Tercero: rememorar las lágrimas que hemos vertido solidariamente por otros, no por autocompasión.
Cuarto: identificar los sentimientos más sutiles y menos tristes con los que brotan nuestras lágrimas.
Quinto: lagrimear deliberadamente una vez, al menos, cada mes.

Me parece que lo más complicado en principio es discriminar el binomio llanto/tristeza.

¡Llorar no es ninguna tragedia! ;-)

José Solís dijo...

Enlace a una foto muy buena publicada por Gaudiosa el 3/IX/08, sobre el don de lágrimas

Gau, diosa, ¿publicarás algo más sobre este asunto?

Gracias

Asun Rodríguez dijo...

Las lágrimas no son todas iguales. Hay un proceso en ellas de profundización en el dolor y en el gozo. Teresa de Jesús habla de ello y otros santos y místicos cristianos y de otras religiones.
Ahora lo que toca es llorar de alegría. Es año nuevo, es adviento.

Anónimo dijo...

me parece un coraón precioso

Anónimo dijo...

en él corazón está la esperanza