viernes, 12 de diciembre de 2008

E. Fromm: EL MIEDO A LA LIBERTAD


















El psicoanálisis, así como otras observaciones empíricas efectuadas sobre individuos masoquistas, proporciona una prueba amplia de que estas personas se sienten penetradas de un intenso terror derivado de su soledad e insignificancia. A menudo este sentimiento no es consciente; otras veces se oculta detrás de formaciones compensatorias que exaltan su propia perfección y excelencia. Sin embargo, si la observación penetra profundamente en la dinámica psíquica inconsciente de tales personas, el sentimiento que había sido ocultado no dejará de revelársenos. El individuo descubre que es libre en el sentido negativo, es decir, que se halla solo con su yo frente a un mundo extraño y hostil. En tal situación, para citar una descripción significativa, debida a Dostoievsky en Los hermanos Karamazov, no tiene «necesidad más urgente que la de hallar a alguien al cual pueda entregar, tan pronto como le sea posible, ese don de la libertad con que él, pobre criatura, tuvo la desgracia de nacer». El individuo aterrorizado busca algo o alguien a quien encadenar su yo; no puede soportar más su propia libre personalidad, se esfuerza frenéticamente para liberarse de ella y volver a sentirse seguro una vez más, eliminando esa carga: el yo.

(…) En el sentimiento de pequeñez descubrimos una tendencia dirigida a fomentar el originario sentimiento de insignificancia. ¿Cómo se explica esto? ¿Es admisible suponer que el remedio para curar el miedo consiste en empeorarlo? Y sin embargo así procede el individuo masoquista. “Hasta tanto yo siga debatiéndome entre mi deseo de permanecer independiente y fuerte y mi sentimiento de insignificancia o de impotencia, seré presa de un conflicto torturador. Si logro reducir a la nada mi yo individual, si llego a anular mi conocimiento de que soy un individuo separado, me habré salvado de este conflicto”. Sentirse infinitamente pequeño y desamparado es uno de los medios para alcanzar tal fin; dejarse abrumar por el dolor y la agonía, es otro; y un tercer camino es el de abandonarse a los efectos de la embriaguez. La fantasía del suicidio constituye la única esperanza cuando todos los demás no hayan logrado aliviar la carga de la soledad.

4 comentarios:

José Solís dijo...

Fromm y sus genialidades. Tú y las tuyas.

Es asombroso el nivel de comprensión de las dinámicas del inconsciente individual y colectivo.

Si, también en lo colectivo funciona este masoquismo de pueblos que en su pequeñez renuncian a su identidad entregándose a la voluntad totalitaria de un individuo o grupo salvador.

Todos los que tienen vocación o experiencia de ayudar a los demás saben que uno de los principales riesgos y peligros es el trato con aquellos que no quieren sentir el peso del self, del yo o del ego. Entran en contacto con cualquiera que se ofrezca a aliviarles de su carga no asumida. Tratar terapeúticamente con tales individuos es sumamente enriquecedor por el reto que suponen. Lo necesitan todo, lo piden todo, pero no se les puede dar todo pues equivaldría a minusvalorarlos o estancarlos en su debilidad transitoria.

Hay que tratarlos con todo el amor pero sin creerse su autoescapismo.

Hay reconocerles su debilidad y su fortaleza.

Hay que mostrarles su juego y nuestra libertad para no ser su juguete.

Si no hacemos eso, si nos creemos su entrega, su renuncia, sus demandas, estamos siendo cómplices de su estancamiento.

Y hacerlo es ser victimas de nuestra propia vanidad, de creernos precisos, incluso imprescindibles, de creernos con las soluciones a la vida ajena.

Y ahí también atrapados quedaríamos, porque no son peores que nosotros. Son nuestros hermanos y hermanas en su propia fase de su propio proceso.

Dignos de respeto y de comprensión. Dignos de ser amados por sí mismos y por nosotros. Sin superioridades ni displicencias, por muy sutiles que se nos quieran colar.

¡Ah, qué difícil es ayudar sin pringarse el ego!

Pero es posible. Es parte de nuestro propio proceso de aprender a ser padres, madres, hermanos e hijos del resto de la humanidad.

Alejando las fantasías evasivas de la responsabilidad de avanzar en el proceso de la individuación previo a las etapas transpersonales.

Pero esa es otra historia...

Anónimo dijo...

Los conocemos todos... Los medios y el porqué estamos aquí. Aunque no seamos esto, aunque esperamos sin entender porqué nos especializaron en vivir así. ¿Qué aporta esto a la deificación de la humanidad? Algún día lo sabremos. Espero.

Asun Rodríguez dijo...

Los clásicos, lo son por algo. Aunque haya excepciones, El miedo a la libertad de E. Fromm, no es una. Se merece estar donde está: entre los imprescindibles.
Gracias Sol, gracias Clara.
No tengo respuestas, sólo estar aquí y ahora con tod@s, incluida yo misma.

Anónimo dijo...

Te enviare al email una imagen que tengo. Una recreación de la reina Gaudiosa.