viernes, 28 de noviembre de 2008

Libro del profeta Oseas


















En tus fiestas en honor de los baales, ataviada de anillos y collares, corrías tras tus amantes (tus propios gustos y caprichos) olvidándote de mí -dice el Señor-.

Pero yo te seduciré y te llevaré al desierto, donde hablaré a tu corazón. Y tú me llamarás
Esposo mío y no me llamarás más baal mío. Yo te desposaré conmigo para siempre; te desposaré conmigo en santidad y derecho, en ternura y amor; te desposaré conmigo en fidelidad, y tú conocerás a tu Dios.

1 comentario:

Asun Rodríguez dijo...

En el desierto se pone a prueba la fe y el amor a Dios. En el desierto no hay camino bien definido, pero el Espíritu se manifiesta al humilde como guía y sostén.
Básicamente consiste en salir del propio yo para adentrarse en Dios y del yo no se sale simplemente saliendo; se sale muriendo. Y eso es siempre doloroso para el ser humano.
En Dios no se entra simplemente entrando, y diciendo, Aquí estoy yo. En Dios sólo cabe amor, sólo cabe Dios. Por eso en Dios sólo entra quien ha quedado transformado en Dios. Y eso es tarea del mismo Dios; tarea que Él realiza con sumo gusto en quien se abandona ciega y totalmente a su acción. En esta vida mortal no muchos tienen el valor de abandonarse así a la acción de Dios. ¿Lo tendrás tú? Ora y sé humilde para que puedas tenerlo.
M. Iragui.