JESUCRISTO, VIDA DEL ALMA
Demos, pues, gracias a Jesús, que se dignó asociarnos tan estrechamente a su vida; todo nos es común con Él: méritos, intereses, bienes, bienaventuranzas, gloria (…). Y como quiera que somos todos uno en Cristo, puesto que vivimos todos la vida de gracia (…) bajo Cristo, por la acción de un mismo Espíritu, unámonos todos íntimamente, aun cuando seamos miembros distintos y cada cual con su propia función; unámonos también con todas las almas santas que (…) forman con nosotros un solo cuerpo. Es el dogma tan consolador de la comunión de los santos.
Para san Pablo, santos son aquellos que pertenecen a Cristo, los que ocupan ya su sitio en el mundo eterno y los que continúan en esta tierra. Mas todos esos miembros pertenecen a un solo cuerpo, porque la Iglesia es una; todos son entre sí solidarios, todo lo tienen en común; el bienestar de un miembro aprovecha al cuerpo entero y la gloria del cuerpo transciende a cada uno de sus miembros. ¡Qué luz tan clara sobre nuestra responsabilidad proyecta este pensamiento!... San Pablo nos exhorta a todos a que cada cual trabaje hasta tanto que «lleguemos a la común perfección del cuerpo místico.»
No basta que vivamos unidos a Cristo, la Cabeza; es menester, además, que «cuidemos de guardar entre nosotros la unidad del Espíritu, que es Espíritu de amor, ligados por vínculos de paz» (Ef, 3).
Ése fue el voto supremo que hizo Cristo en el momento de acabar su divina misión en la tierra: «Padre que sean uno como Tú y yo somos uno; que sean consumados en la unidad» (Jn 17, 21-23). Porque dice san Pablo: «sois todos hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús» (Gál 3, 26). «No hay ya judío ni griego, esclavo o libre, varón o mujer, pues todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gál 3, 28). La unidad en Dios, en Cristo y por Cristo, es la suprema aspiración: «y Dios será todo en todos«» (1Cor 15,28).
2 comentarios:
Columba Marmión me parece difícil de extractar. Su discurso -en lo que conozco- está tan entrelazado que pide ser leído entero.
Por otra parte tiene esa virtud de los grandes predicadores u oradores: una de sus frases despierta profundas evocaciones que renuevan la visión de aspectos que creíamos ya conocidas y trilladas.
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