miércoles, 14 de enero de 2009

COMIENZOS ETERNOS

















Un estudiante preguntó al rabí de Berditchev: “El Talmud enseña que ‘Quienes son de virtud perfecta no pueden ocupar el sitio donde están quienes se arrepienten.’ Según esto, quienes han sido intachables desde su juventud ¿vienen después de quienes han cometido muchas transgresiones contra Dios y no pueden alcanzar su rango?”

El tzadik repuso: “El que ve todos los días una nueva luz, luz que no vio la víspera, si en verdad desea servir debe condenar su imperfecto servicio de ayer, expiarlo y empezar de nuevo. El intachable que cree haber prestado perfecto servicio y persiste en ello, no acepta la luz y viene después del que siempre empieza de nuevo.”

Rabí: Maestro del Talmud.
Tzadik: Líder de los jasidim.


9 comentarios:

Anónimo dijo...

Un consejo precioso y una foto muy bonita.

KAISER dijo...

otro de los conceptos manipulados a raíz de la aparición de la "conciencia" socrática, cuando en la tragedia griega, la areté es la "excelencia" o "perfección"; la raíz etimológica del término es la misma que la de (aristós, "mejor"), que designa el cumplimiento acabado del propósito o función. Sin connotaciones pues religiosas per se

besos

KAISER dijo...

se lee entre líneas pero por si acaso, de areté viene el término virtud...

Anónimo dijo...

En esta vida no hay nadie de virtud perfecta, la luz que irradiamos la recibimos de Dios, es El quien produce en nosotros "así el querer como el hacer", porque como dijo Jesús: "separados de mí nada podéis hacer"(Evangelio de Juán 15:5).
Aún así, proseguimos a la meta.
Un abrazo.

Asun Rodríguez dijo...

Gracias Ser X, siempre tan amable. Un saludo.

Asun Rodríguez dijo...

Marqués, todas las morales que en el mundo han sido y serán pretenden el, como tú dices, cumplimiento acabado del propósito o función, por tanto, la excelencia. Depende de la definición previa que hagamos o tengamos del ser humano y de ese propósito o función, que elaboramos unas normativas morales u otras, o nos apuntamos a una y no a otras.
Todas las éticas buscan esto, lograr la plena satisfacción y realización del ser y la naturaleza humanas: las religiosas, las filosóficas y las mediopensionistas. En lo que varían es en dónde sitúan sus orígenes. Las religiosas postulan que proceden de la revelación de Dios o de la revelación de un maestro o gurú o linaje espiritual que ha alcanzado el nivel correspondiente de realización. Las otras son elaboraciones racionales o pretenden serlo.
Y virtud viene de areté, eso sí, después de darse una vuelta por Roma. Como anécdota sobre el término, su significado y sus cambios en la historia, tenemos lo que les decía Santa Teresa de Jesús a sus monjas cuando les recriminaba ser blandas, o sea, demasiado femeninas: ¡sed viriles!, reclamaba la genial Teresa. (Hoy en día, este lenguaje dualista sexual resultaría inadmisible, y dejémoslo ahí).
Un saludo, marqués.

Asun Rodríguez dijo...

Esther, ser sarmiento en la próspera vid de Cristo es una opción, claro. Otros prefieren que no les llegue la savia. Un Dios que sólo quiere ser amado desde la libertad y que le dejemos amarnos, no obliga a nada. Y si se analiza doctrina por doctrina y religión por religión, no hay quien dé más. ¡Busque y compare!
La pena es el gran desconocimiento que hay de lo que afirma la buena noticia, pues pocas personas en nuestro país siendo adultas se han parado a leerla, analizarla y, por qué no, estudiarla. Muchos son los que se quedan en un anticlericalismo plano, aplicando la falacia ad hominem para rechazar, sin un solo argumento referido a los contenidos, el mensaje.
Personas pretendidamente religiosas, no religiosas y antirreligiosas saben tanto de religión como de la mecánica de su televisor: con lo que diga o haga el técnico arreglatelevisores (cura, obispo, intermediarios varios, popes antirreligiosos, etc.) se quedan, para bien o para mal.
El propio Cristo era bastante anticlerical, pero, eso sí, cuando hablaba en el templo o debatía con los rabinos en cualquier lado, se conocía “el Libro” mejor que ellos. Algunos dirán que llevaba ventaja, pero creo que en lo que les llevaba ventaja era en poner los codos. Y en vivir y amar, claro.
Un abrazo.

angélica beatriz dijo...

Querida Asunción, me parece este relato de una gran riqueza, pues invita a meditar en nuestras miserias, elevándolas delicadamente a Dios, en un gesto de profunda humildad.

Gracias por todo lo que nos das.

Otro beso grande.

Asun Rodríguez dijo...

Cuántas veces se nos olvida esto que tú nos aportas, querida Angélica. ¡Él nos ama enteros y todo se lo podemos entregar!
Quizá se nos olvida en cuanto nos faltan delicadeza y humildad. En mi caso, al menos, así es. Gracias por recordármelo.
Besos.