domingo, 31 de agosto de 2008

Boecio

Consolación de la Filosofía

Fue como si apareciera a mi cabeza una mujer, de presencia respetable; sus ojos centelleaban, y su mirada me penetró más de lo que suele ocurrir con los hombres; el color de su cara brillaba lleno de vida, no marchitado en la fuerza de su juventud, aunque al mismo tiempo parecía avanzada en edad; no, era increíble que perteneciese a nuestro tiempo.
Tampoco se podía distinguir claramente su altura; pues tan pronto no era más alta de lo que suelen ser los hombres, como poco después parecía tocar el cielo con su coronilla. Y si hubiera alzado la cabeza más arriba, hubiera llegado a tocar el cielo, de manera que habría sido inútil mirarla.

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