miércoles, 10 de febrero de 2010

La inevitabilidad del fracaso



















El roble ha caído sobre la bellota…
Dylan Thomas

Nada dura. Todo cuanto vive, muere. La figura de la muerte acecha a cada momento desde el principio. Dylan Thomas no tiene una visión trágica de la vida, sino una visión extensa y profunda de la misma naturaleza de las cosas. Ve a «los chicos del estío (ya) en su ruina».

El morir empieza en el momento del nacer. La vida es un viaje. La travesía puede ser diferente para cada ser humano, pero el destino es el mismo. Seas quien seas, «como una tumba en movimiento, el tiempo te atrapa». Los cumpleaños son hitos como cuando Dylan describe «mi trigésimo año al paraíso».

No se trata de un complot contra el ser humano. Las cosas son así. Sin muerte, no hay vida. Sin destrucción, no hay creación. Sin decaimiento, no hay crecimiento. Toda fuerza que otorga algo es la misma que lo quita. «La fuerza que a través de la mecha verde conduce a la flor… es mi destructora.»

Haga lo que haga el ser humano para distraerse, para tratar de olvidarse que debe morir, para apartarse aparentemente del contexto biológico, el proceso sigue adelante: «Un proceso en el tiempo del corazón / humedece lo seco…». Puede entregarse a la celebración de una vida lujuriosa. Puede ser que «el roce del amor le haga cosquillas» y sin embargo, no es libre: «¿Y qué es ese roce? ¿La pluma de la muerte sobre el nervio?».

¿Qué podemos hacer?. En primer lugar, no sólo debemos ser conscientes de la inevitabilidad de la muerte, sino de la del decaimiento. Hay cambios en marcha que no podemos alterar ya que formamos parte de ellos. Dylan nos lo dice en términos vulgarmente escatológicos: «Olí los gusanos en mis heces». No desvía la mirada. No se engaña. No vivirá la visión fraudulenta de no ver lo que no se quiere ver. En cambio, se sentará y mirará «el gusano bajo mi uña yéndose por el atajo».

Pero no nos equivoquemos. Éste no es un ser humano sin esperanza. Más bien se trata de decir que no hay esperanza si los ojos no se abren al espanto. El ser humano puede vivir si sabe que va a morir. El espíritu humano sólo tiene sentido si conoce las cadenas de las que se libera. Únicamente con la condición de saber que sólo vivimos un momento, que somos indefensos, temerosos, únicamente con este conocimiento podemos encontrar algo más. Sólo si renunciamos a la certidumbre, podemos saber. Sólo si dejamos el control, podemos determinar a dónde vamos. Camus nos dice que es necesario «aprender a vivir y a morir, y a fin de ser un hombre, hay que negarse a ser un dios»

Sheldon B. Kopp: Guru

2 comentarios:

Pele Ón dijo...

Tienes que vivir para que el día de tu muerte sea el más bonito de tu vida.

José Del Moral De la Vega dijo...

Has compuesto un texto profundo y esperanzado. Muy bonito, Asun.
Un abrazo