domingo, 13 de febrero de 2011

Franny y Zooey



—Quiero preguntarte algo, Franny —dijo de repente. Se volvió de nuevo hacia el escritorio, frunció el ceño y sacudió la bola de cristal—. ¿Qué crees estar haciendo con la Oración de Jesús? —preguntó—. A esto es a lo que quería llegar anoche, antes de que me dijeras que me largase. Hablas de acumular tesoros, dinero, propiedades, cultura, conocimientos, etc., etc. Al recitar la Oración de Jesús, déjame terminar ahora, por favor, al seguir recitando la Oración de Jesús, ¿no estás intentando acumular cierta clase de tesoro? ¿Algo que es tan negociable como todas las otras cosas más materiales? ¿O acaso lo cambia todo el hecho de que sea una oración? Con esto quiero decir, ¿para ti supone una diferencia absoluta el lado en que alguien amontona su tesoro, en este lado o en el otro? ¿En el lado en que no pueden entrar los ladrones, etc.? ¿Es esto lo que cambia todo? Espera un momento, por favor, espera hasta que termine. —Permaneció unos segundos contemplando la pequeña tormenta de nieve de la esfera de cristal-. Hay algo en tu forma de rezar esa oración que me da escalofríos, si quieres que te diga la verdad. Tú crees que mi intención es hacer que dejes de rezarla. No sé si lo es o no, ése es un punto discutible, pero me gustaría mucho que me explicaras cuáles son tus malditos motivos para hacerlo. —Vaciló, pero no el tiempo suficiente para que Franny le interrumpiera—. Por simple lógica, para mí no existe diferencia entre el hombre que codicia tesoros materiales, o incluso tesoros intelectuales, y el hombre que codicia tesoros espirituales. Como tú dices, un tesoro es un tesoro, maldita sea, y me parece que el noventa por ciento de todos los santos de la historia que han odiado el mundo eran tan ambiciosos y poco atractivos, básicamente, como el resto de nosotros.

— ¿Puedo interrumpirte ahora, Zooey?
Zooey soltó el muñeco de nieve y se puso a jugar con un lápiz.
— Sí, sí. Interrumpe.
— Sé todo lo que estás diciendo. No me has dicho ni una cosa que yo no haya pensado. Dices que quiero algo de la Oración de Jesús, lo cual me hace realmente tan ambiciosa, para usar tu misma palabra, como el que quiere un abrigo de martas, o ser famoso, o rebosar de alguna clase de estúpido prestigio. ¡Todo esto ya lo sé! ¡Dios mío! ¿Qué clase de imbécil crees que soy?

J. D. Salinger: Franny y Zooey

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