jueves, 17 de diciembre de 2009

Nada, todo















Cuando vivimos identificados en un cuerpo y una mente determinados, y nos dejamos atrapar por el absorbente influjo de su sensación de identidad separada, automáticamente, intentamos reordenar el mundo que nos rodea en función de nuestros deseos y de nuestros miedos. Hacemos de nuestro ego el centro del mundo y desde ahí, nos enfrentamos al entorno con temor o con apego, según lo percibamos como una peligrosa amenaza para nuestra seguridad o como un atractivo medio para satisfacer nuestros anhelos. Sólo cuando lleguemos a descubrir nuestra omniabarcante identidad real, que no es otra que la de todos los seres del universo, podrá desaparecer por completo todo rastro de egocentrismo en nuestro juego de relaciones fenoménicas.
José Díez Faixat: Siendo nada soy todo

1 comentario:

Anónimo dijo...

mi desapego no llega a tanto, siento.
Dependen demasiadas cosas de mí además, y por el momento, me gusta cultivarlas.
Pero todo llegará.
Bss.
Peleón