lunes, 10 de agosto de 2009

Expiación


Lo que la emocionaba era la perspectiva de la libertad, de verse exonerada de la lucha engorrosa entre el bien y el mal, los héroes y los villanos. No necesitaba enjuiciar. No tenía que haber una moraleja. Sólo habría que mostrar mentes separadas, tan vivas como la suya, luchando contra la idea de que otras mentes estaban igualmente vivas. No era sólo la maldad y las intrigas las que hacían infeliz a la gente, sino la confusión y la incomprensión; ante todo, era la incapacidad de comprender la sencilla verdad de que las demás personas son tan reales como uno.


Ian McEwan: Expiación

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