martes, 28 de julio de 2009
La apuesta
Yo soy atea. No existe Dios, ésta es mi apuesta.
Es mejor que la de Pascal,
-aunque él crea que con ella sea imposible perder,
en realidad no es la apuesta de los ganadores,
sino la del ganado.
Dios no existe.
Vivir sabiendo que este ser egoísta y tiránico
no tiene existencia real, es el mayor gozo de mi vida.
Darme cuenta de la total libertad y del total sinsentido
hace saltar mis entrañas de alegría.
Pues ya no soy una niña abandonada,
mal amada y malquerida. Puesta en un mundo cruel en manos torpes y violentas,
avanzando por la vida a base de ostias y engaños
de hijos de puta que te usan diciéndote que te quieren, que hacen lo mejor para ti.
Soy un ser que ha nacido de la sangre y las semillas guardadas en un vientre
y al que la muerte acompaña siempre hasta que sólo ella, mi hermosa y caritativa parca, sea.
¡Qué maravillosa esperanza! Sin ti, Aniquilación, Nada, no viviría ni un minuto más.
Y si existes, cerdo ególatra, quiero que sepas que nada mío volverá a ti.
En mi libertad escojo la segunda muerte. Ninguna de mis experiencias, ni mi conciencia, ni nada que en mí o por mí haya existido tendrán retorno a tu solipsismo enajenado. ¡Lo que faltaba! Que me tiraras como una puta alpargata a una vida de mierda y encima luego hubiera que dártela en ofrenda para que, por si faltaba alguna crueldad, me juzgues. Ja, ja, ja. Júzgate tú, pedazo de cabrón.
Tantas veces tu idea me ha jodido que no he tenido descanso. Siempre preñada y parturienta, enferma de sobreparto de engendros monstruosos, igualitos a ti.
Pero ya he ganado la apuesta final: tú no existes y si existes, que te den. Quiero cerrar los ojos y que todo termine. Todo.
Ves, Pascal, como la apuesta ganadora es la mía. Yo soy, tú balas.
Luca Ecce Mulier: La apuesta
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