jueves, 25 de febrero de 2010
Amor
«¿Y bien, deseas saber lo que nuestro Señor ha querido decir con esto? Sábelo bien, amor era su significado. ¿Quién te lo revela? Amor. ¿Qué te reveló? Amor. ¿Por qué te lo reveló? Por amor. Permanece en ello, y conocerás más y más el amor. Pero nunca lo conocerás diferente, jamás».
Así me fue enseñado que el amor es el propósito último de nuestro Señor. Y vi con plena certeza, en esto y en todo, que Dios, antes de crearnos, ya nos amaba. Su amor nunca disminuyó y nunca disminuirá. En este amor ha hecho todas sus obras, en este amor ha hecho todas las cosas provechosas para nosotros, y en este amor nuestra vida es eterna. En nuestra creación tuvimos un principio, pero el amor en el que nos creó estaba en él desde toda la eternidad. En este amor está nuestro principio. Y veremos todo esto en Dios ya para siempre. Demos gracias a Dios.
Juliana de Norwich: Libro de visiones y revelaciones.
Cap. 86 (Fragmento)
martes, 23 de febrero de 2010
Totus Christus
domingo, 14 de febrero de 2010
Caín, Abel, Tini Areces y Pepe el Ferreiro
Los nómadas siempre han sido perseguidos por los sedentarios. El relato bíblico de Caín y Abel recoge este fenómeno repetitivo en la historia de la humanidad: El agricultor sedentario Caín mata, por envidia, al pastor nómada Abel.
Los primeros que van a adorar al niño Dios también son pastores y todos sabemos que en el Evangelio nada aparece por casualidad. Jesús, el hijo del hombre, siempre andaba de un sitio a otro y no tenía dónde apoyar la cabeza.
En Asturias, sin ir más lejos, tenemos un reflejo de este drama universal en los vaqueiros de alzada; y en cualquier parte del planeta que nos fijemos encontraremos este fenómeno de destrucción y envidia, de marginación, exclusión y explotación. La libertad de los nómadas se les atraganta a la esclavitud sumisa de los sedentarios.
Lamentablemente en este régimen de democracia descafeinada en la que vivimos tenemos muchos ejemplos de víctimas del cainismo. Yo voy a poner uno cercano: Pepe el Ferreiro.
José Naveiras Escanlar, Pepe el Ferreiro, es un hombre libre. Por eso han ido a por él. Porque los mediocres apesebrados, cadena ad infinitum de instalados en sus poltronas, no soportan que existan los pastos libres ni los que libremente los recorren.
Los primeros que van a adorar al niño Dios también son pastores y todos sabemos que en el Evangelio nada aparece por casualidad. Jesús, el hijo del hombre, siempre andaba de un sitio a otro y no tenía dónde apoyar la cabeza.
En Asturias, sin ir más lejos, tenemos un reflejo de este drama universal en los vaqueiros de alzada; y en cualquier parte del planeta que nos fijemos encontraremos este fenómeno de destrucción y envidia, de marginación, exclusión y explotación. La libertad de los nómadas se les atraganta a la esclavitud sumisa de los sedentarios.
Lamentablemente en este régimen de democracia descafeinada en la que vivimos tenemos muchos ejemplos de víctimas del cainismo. Yo voy a poner uno cercano: Pepe el Ferreiro.
José Naveiras Escanlar, Pepe el Ferreiro, es un hombre libre. Por eso han ido a por él. Porque los mediocres apesebrados, cadena ad infinitum de instalados en sus poltronas, no soportan que existan los pastos libres ni los que libremente los recorren.
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Una excepción en el blog
miércoles, 10 de febrero de 2010
La inevitabilidad del fracaso
El roble ha caído sobre la bellota…
Dylan Thomas
Nada dura. Todo cuanto vive, muere. La figura de la muerte acecha a cada momento desde el principio. Dylan Thomas no tiene una visión trágica de la vida, sino una visión extensa y profunda de la misma naturaleza de las cosas. Ve a «los chicos del estío (ya) en su ruina».
El morir empieza en el momento del nacer. La vida es un viaje. La travesía puede ser diferente para cada ser humano, pero el destino es el mismo. Seas quien seas, «como una tumba en movimiento, el tiempo te atrapa». Los cumpleaños son hitos como cuando Dylan describe «mi trigésimo año al paraíso».
No se trata de un complot contra el ser humano. Las cosas son así. Sin muerte, no hay vida. Sin destrucción, no hay creación. Sin decaimiento, no hay crecimiento. Toda fuerza que otorga algo es la misma que lo quita. «La fuerza que a través de la mecha verde conduce a la flor… es mi destructora.»
Haga lo que haga el ser humano para distraerse, para tratar de olvidarse que debe morir, para apartarse aparentemente del contexto biológico, el proceso sigue adelante: «Un proceso en el tiempo del corazón / humedece lo seco…». Puede entregarse a la celebración de una vida lujuriosa. Puede ser que «el roce del amor le haga cosquillas» y sin embargo, no es libre: «¿Y qué es ese roce? ¿La pluma de la muerte sobre el nervio?».
¿Qué podemos hacer?. En primer lugar, no sólo debemos ser conscientes de la inevitabilidad de la muerte, sino de la del decaimiento. Hay cambios en marcha que no podemos alterar ya que formamos parte de ellos. Dylan nos lo dice en términos vulgarmente escatológicos: «Olí los gusanos en mis heces». No desvía la mirada. No se engaña. No vivirá la visión fraudulenta de no ver lo que no se quiere ver. En cambio, se sentará y mirará «el gusano bajo mi uña yéndose por el atajo».
Pero no nos equivoquemos. Éste no es un ser humano sin esperanza. Más bien se trata de decir que no hay esperanza si los ojos no se abren al espanto. El ser humano puede vivir si sabe que va a morir. El espíritu humano sólo tiene sentido si conoce las cadenas de las que se libera. Únicamente con la condición de saber que sólo vivimos un momento, que somos indefensos, temerosos, únicamente con este conocimiento podemos encontrar algo más. Sólo si renunciamos a la certidumbre, podemos saber. Sólo si dejamos el control, podemos determinar a dónde vamos. Camus nos dice que es necesario «aprender a vivir y a morir, y a fin de ser un hombre, hay que negarse a ser un dios»
Sheldon B. Kopp: Guru
Dylan Thomas
Nada dura. Todo cuanto vive, muere. La figura de la muerte acecha a cada momento desde el principio. Dylan Thomas no tiene una visión trágica de la vida, sino una visión extensa y profunda de la misma naturaleza de las cosas. Ve a «los chicos del estío (ya) en su ruina».
El morir empieza en el momento del nacer. La vida es un viaje. La travesía puede ser diferente para cada ser humano, pero el destino es el mismo. Seas quien seas, «como una tumba en movimiento, el tiempo te atrapa». Los cumpleaños son hitos como cuando Dylan describe «mi trigésimo año al paraíso».
No se trata de un complot contra el ser humano. Las cosas son así. Sin muerte, no hay vida. Sin destrucción, no hay creación. Sin decaimiento, no hay crecimiento. Toda fuerza que otorga algo es la misma que lo quita. «La fuerza que a través de la mecha verde conduce a la flor… es mi destructora.»
Haga lo que haga el ser humano para distraerse, para tratar de olvidarse que debe morir, para apartarse aparentemente del contexto biológico, el proceso sigue adelante: «Un proceso en el tiempo del corazón / humedece lo seco…». Puede entregarse a la celebración de una vida lujuriosa. Puede ser que «el roce del amor le haga cosquillas» y sin embargo, no es libre: «¿Y qué es ese roce? ¿La pluma de la muerte sobre el nervio?».
¿Qué podemos hacer?. En primer lugar, no sólo debemos ser conscientes de la inevitabilidad de la muerte, sino de la del decaimiento. Hay cambios en marcha que no podemos alterar ya que formamos parte de ellos. Dylan nos lo dice en términos vulgarmente escatológicos: «Olí los gusanos en mis heces». No desvía la mirada. No se engaña. No vivirá la visión fraudulenta de no ver lo que no se quiere ver. En cambio, se sentará y mirará «el gusano bajo mi uña yéndose por el atajo».
Pero no nos equivoquemos. Éste no es un ser humano sin esperanza. Más bien se trata de decir que no hay esperanza si los ojos no se abren al espanto. El ser humano puede vivir si sabe que va a morir. El espíritu humano sólo tiene sentido si conoce las cadenas de las que se libera. Únicamente con la condición de saber que sólo vivimos un momento, que somos indefensos, temerosos, únicamente con este conocimiento podemos encontrar algo más. Sólo si renunciamos a la certidumbre, podemos saber. Sólo si dejamos el control, podemos determinar a dónde vamos. Camus nos dice que es necesario «aprender a vivir y a morir, y a fin de ser un hombre, hay que negarse a ser un dios»
Sheldon B. Kopp: Guru
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Curas de humildad
viernes, 5 de febrero de 2010
Tara
El significado general del nombre Tara procede de la raíz tra que quiere decir liberar, rescatar. Podría traducirse como la liberadora o la que rescata, puesto que Tara rescata a los seres que han caído en las aguas turbulentas del samsara.
El aspecto externo de Tara hace referencia a una deidad femenina capaz de liberar a todos los seres de sus pesares. Todos los budas han llegado a la iluminación gracias a su acumulación de mérito y purificación. Sin embargo en Tara se ha dado un hecho excepcional. Hace cientos de años, ella vivía como la princesa Yeshe Dawa que significa Luna de Sabiduría. En una ocasión un monje se acercó y le dijo: “Has acumulado mucho mérito venerando al Buda y ayudando a muchos seres conscientes, deberías dedicarlo para obtener un cuerpo masculino en tu próxima vida y, practicando las Perfecciones, llegar a la iluminación”. Ella le respondió: “De ninguna manera, mi mayor deseo es practicar estas Perfecciones y llegar a la iluminación bajo forma femenina”. Yeshe Dawa no habló así porque estuviera apegada a su condición de mujer, sino porque quería demostrar que las enseñanzas servían para todos. Y añadió: “La clasificación hombre - mujer carece de esencia y confunde al mundo maligno”.
Cuando generó el deseo de obtener la iluminación siempre estaba implicada en ayudar a los demás.
En la forma tradicional su color es el verde, su aspecto es juvenil y de belleza incomparable. Puesto que siempre ayuda, está conectada con la compasión de todos los Budas y por esta razón aparece como consorte del Buda Chenrezig (Buda de la compasión). Una leyenda relata cómo éste, conmovido por el sufrimiento de los seres, lloró y sus lágrimas se convirtieron en Tara.
Tara representa la actividad física, verbal y mental del Buda, es decir, la energía que libera a los seres conscientes. Ella es la acción llevada a cabo por los budas. El color verde simboliza esta actividad infinita.
La compasión y la actividad van siempre juntas, por eso Tara es inseparable de Chenrezig.
Extractado y resumido de: Gonsar Rimpoché: La energía femenina del Tantra. Madre Tara.
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Enseñanzas para budistas machistas
martes, 2 de febrero de 2010
Con usura
Con usura no tiene el hombre casa de buena piedra, con bien cortados bloques y dispuestos de modo que el diseño lo cobije.
Con usura no hay paraíso pintado para el hombre en los muros de su iglesia
Harpes et lutz (arpas y laúdes) o lugar donde la virgen reciba el mensaje y su halo se proyecte por la grieta,
Con usura no se ve el hombre Gonzaga, ni a su gente ni a sus concubinas.
No se pinta un cuadro para que perdure ni para tenerlo en casa sino para venderlo y pronto con usura,
Pecado contra la naturaleza, es tu pan para siempre harapiento, seco como papel, sin trigo de montaña, sin la fuerte harina.
Con usura se hincha la línea, con usura nada está en su sitio (no hay límites precisos) y nadie encuentra un lugar para su casa.
El picapedrero es apartado de la piedra, el tejedor es apartado del telar.
Con usura no llega lana al mercado, no vale nada la oveja con usura.
Usura es un parásito, mella la aguja en manos de la doncella y paraliza el talento del que hila.
Pietro Lombardo no vino por usura,
Duccio no vino por usura ni Pier della Francesca;
No por usura Zuan Bellini ni se pintó "La Calunnia”
No vino por usura Angélico; no vino Ambrogio Praedis, no hubo iglesia de piedra con la firma: Adamo me fecit.
No por usura St. Trophime, no por usura St. Hilaire.
Usura oxida el cincel, oxida la obra y al artesano, corroe el hilo en el telar,
Nadie hubiese aprendido a poner oro en su diseño;
Y el azur tiene una llaga con usura; se queda sin bordar la tela.
No encuentra el esmeralda un Memling
Usura mata al niño en el útero
No deja que el joven corteje
Ha llevado la sequedad hasta la cama, y yace entre la joven novia y su marido
Contra naturam
Ellos trajeron putas a Eleusis
Sientan cadáveres a su banquete por mandato de usura.
Ezra Pound
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